Cualquier intérprete se habrá encontrado alguna vez en uno de aquellos emotivos momentos de clausura de un congreso en los que el organizador reparte agradecimientos a todos los que lo han hecho posible —los ponentes, el público, las instituciones colaboradoras, los moderadores, hasta a sus familias, que los han aguantado en las estresantes últimas semanas de preparación— y se olvida de mencionar a esas personas que hay al fondo de la sala (o tal vez en otra habitación, mirándole a través de una pequeña pantalla) exprimiéndose las neuronas para intentar transmitir al público el sentido y la emoción de sus palabras. Es como si, en un momento dado, no se dieran cuenta de que estaban comunicándose con total fluidez a pesar de estar hablando en idiomas distintos. Así debe ser la labor del intérprete, una pieza invisible pero esencial que hace que todo funcione como por arte de magia.
El 24 de mayo de 2017 la Asamblea General de las Naciones Unidas puso por primera vez en mucho tiempo el foco sobre nosotros, al reconocer oficialmente la labor de los profesionales de la traducción y, en especial, su papel en la defensa de los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. Con la aprobación de la resolución provisional titulada «La función de la traducción profesional en el establecimiento de vínculos entre las naciones y la promoción de la paz, el entendimiento y el desarrollo» destacó la importancia de la traducción profesional para acercar a las naciones, facilitar el diálogo, el entendimiento y la cooperación, contribuir al desarrollo y reforzar la paz y la seguridad mundiales.
Según las bellas palabras de Andréi Dapkiunas, el representante permanente de Belarús ante las Naciones Unidas, la resolución no está dedicada a las instituciones o sistemas, sino a las personas, a los «trabajadores invisibles y héroes todavía no reconocidos de la profesión lingüística […]. Es una resolución sobre el papel no apreciado del idioma en la vida de la sociedad humana».
Asimismo, la Asamblea General reconoce oficialmente el 30 de septiembre, día de San Jerónimo, como el Día Internacional de la Traducción e invita a los Estados Miembros a celebrarlo de manera adecuada a fin de crear conciencia de la importancia de la traducción profesional.
Para mí, uno de los aspectos más destacables de la resolución es su insistencia en el carácter profesional del trabajo del traductor, puesto que defiende la traducción como una profesión que requiere una exigente formación universitaria y una búsqueda continua de la calidad y la excelencia.
Esperamos que este reconocimiento de las Naciones Unidas cale también en nuestra sociedad y sirva para visibilizar y reconocer la labor de los traductores, un trabajo esencial para el funcionamiento de cualquier actividad humana que, desde sus inicios, ha ayudado a tender puentes entre culturas, favorecer la integración y el entendimiento y luchar por la paz y la igualdad de derechos entre las personas.